jueves, 22 de enero de 2009

Los impactos sociales de la crisis global

No hay lugar para las dudas, la crisis mundial no sólo afectará nuestra economía, sino que también tendrá serias consecuencias sociales.

Ya lo estamos viendo en las zonas francas que se han visto forzadas al despido de miles de trabajadores.

Temo que esto igualmente afecte al sector turismo, aunque con menor dramatismo, y a la producción agropecuaria, sobre todo la orientada a las exportaciones.

El panorama nos parece claro: mayor desempleo y aumento de la pobreza.

Los efectos en el desempleo abierto y en el sector formal de la economía tenderán a compensarse con un aumento del sector informal urbano, pero al precio de la baja de la productividad del trabajo y del aumento del subempleo.

En una palabra, la crisis no sólo potenciará la pobreza, sino que inducirá a un mayor grado de subutilización del trabajo, precisamente como mecanismo del trabajador para escapar al desempleo abierto y a la pobreza consecuente.

Veremos entonces crecer enormemente la economía informal en las ciudades.

Los presupuestos de las familias se verán entonces afectados, no solamente en aquellos hogares donde se produzcan despidos de algunos de sus miembros, sino también porque es previsible que las remesas, que muchas familias de clase media baja y pobre reci ben de sus parientes en el exterior, se reduzcan.

Si las ayudas que los dominicanos en el exterior proporcionan a sus comunidades se reducen, en las localidades donde los ayuntamientos reciben esos apoyos, también se reducirán los servicios que éstos brindan a la comunidad, con el consecuente aumento de las desigualdades regionales.

Varias consecuencias son previsibles en el corto y mediano plazo: aumento del sector informal en las grandes ciudades, incremento de viajes ilegales y de la delincuencia y retorno significativo de emigrantes, al menos de manera temporal.

Si posiblemente el estado enfrentará serios problemas al ver disminuidas las fuentes de sus recursos y el gobierno se empeña en mantener determinados proyectos de inversión, veremos que los gastos sociales en la práctica se reducirán.

Ante este panorama es difícil generar estrategias.

Sin entrar en la discusión de las propuestas gubernamentales y sin discutir lo que parece evidente, el estrechamiento de los márgenes de acción del gobierno y de los márgenes de la propia economía en las condiciones de crisis, algunas vías deben ser contempladas.

Lo primero es que tenemos que articular respuestas que aunque sean coyunturales apunten al menos al mediano plazo.

En este caso la agropecuaria ofrece un campo fértil: se pueden generar estrategias de inversión en el sector que, al tiempo que generen empleos, apunten a construir un sector más competitivo y diversifiquen la producción de “transables”, que serían aprovechables en el momento de la salida de la crisis.

Habría que estimular programas de empleo en el sector informal que eleven la calidad del sector, al menos en su franja de mayor competitividad.

La comunidad misma debería ser tomada como un agente de respuesta ante la crisis, sobre todo en los niveles locales situados en las zonas más pobres, con lo que se amortiguaría el efecto agregado del aumento de la pobreza.

Todo esto supondría un nuevo enfoque de las políticas públicas, orientadas a elevar la calidad del empleo, a producir programas sociales que amortigüen los niveles de pobreza y a implementar políticas de inversión en educación y salud.

Esto implica, naturalmente, una estrategia centrada en la gente, se trata de invertir en las personas por razones no solamente sociales sino también económicas y competitivas.


Wilfredo Lozano

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