domingo, 28 de diciembre de 2008

La economía alegal: cómo, dónde, cuánto y por qué


Lo que en España se suele llamar economía sumergida es una caja negra sobre la que, al menos oficialmente, parece saberser bastante poco. Esta economía se denomina de múltiples formas ("hidden" "shadow", "gray", "informal", "underground", paraoficial, alegal, ...), pero representa una parte importante de la actividad de nuestras sociedades (tanto aquellas desarrolladas como en desarrollo). A pesar de su importancia parece que no muchos economistas se aventuran en su estudio; creo que puede ser debido a que la aproximación a este tema encaja mal con el modelo habuitual de trabajo de la economía. A los economistas puede resultarles dificil desprenderse de sus métodos habituales (y de sus bases de datos de estadísticas oficiales) y aplicar nuevas aproximaciones (o las veijas de un modo creativo) para resolver un problema diferente. Pero además, entender esta parte de la economía nos puede dar claves para comprender las razones que motivan a los individuos y que determinan las forma de organziación y toma de decisiones de las sociedades.

En una fuente un poco oscura, al menos para mi, como es la revista Regional Focus del Federal Reserve Bank of Richmond han publicado un artículo de Doug Campbell titulado "Searching for the hidden economy". El artículo es un gran resumen de todo lo que se sabe, y no se sabe, sobre la economía paraoficial, las razones de sus actores para vivir en paralelo a las normativas, y sus causas y consecuencias.

Primero, dejar claro que cuando se habla de economía shadow, hidden o sumergida, normalmente, y así lo hace el artículo, se excluye la economía delictiva, aquella que se dedica por ejemplo a la prostitución o el tráfico de drogas. El término, por el contrario, se suele referir a aquella economía que, no desarrollando transacciones ilegales, se mantgiene al margen dado que no informa a las "autoridades" ni paga impuestos.

El primer problema a resolver es metodológico. Por su propia definición no valen las estadísticas oficiales. Los economistas se tienen que enfrentar al mundo real, sin los filtros previos de los organismos que compilan las estadísticas. ¿Y como afrontan el problema?. Parece que la mayoría de mala gana, dado que pocos se atreven a abordarlo. Pero los pocos que se atreven utilizan diferentes métodos que oscilan entre los "usos creativos" de los datos estadísticos y métodos próximos a la etnografía (y puede que precisamente por esto, entre otras cosas, me atrae este tema: la combinación de métodos alternativos para dar respuesta a problemas no estándar, combinando la obtención de información directamente de los indivuduos con la aplicación de los modelos esatdísticos). Por ejemplo, diversos autores han utiliado:

  • medición de la demanda de moneda
  • discrepancias entre ingresos y gastos
  • discrepancias entre la fuerza laboral oficial y real
  • comparación del consumo de electricidad con la actividad económica oficial
  • ...

¿Y cuanto supone esta economía paraoficial respecto a las cifras oficiales?. La mayoría de estudios tratan de dar un dato global para un país, en términos de proporción respecto al PIB oficial (de forma que el PIB real sería el oficial más este otro). Así, EEUU se sitúa en torno al 10% (aunque con diferentes estimaciones entre el 6 y el 20%). Estas cifras parecen representativas de los países desarrollados, para los que se propone una media del 16.7% (aunque intuyo que en España será superior), mientras que en países en desarrollo esta actividad se dispara (63% en Ziimbawe, 38% en Peru, etc).

Como curiosidad, y por experiencia personal, en el mundo de la pesca se suele hablar del 30-40% como una cifra mágica que se podría aplicar a prácticamente todas las pesquerías. Creo que la cifra puede ser razonable en muchos casos, aunque empiezan a aparecer estimaciones superiores (60% o más) una vez que se aplican métodos más apropiados. Tengamos en cuenta que ese porcentaje se refiere a la parte de las capturas (no del valor económico) que no se recogen en estadísticas oficiales. O sea, si lo quisieramos comparar con los datos en términos de PIB, un 30% de capturas paraoficiales sería equivalente a más del 42% respecto a las capturas legales, y el 60% equivaldría al 150%!!. Una conclusión simple: si no tenemos en cuenta esta parte de la actividad, nuestros análisis serán absolutamente inútiles y, probablemente, contraproducentes.

Un tercera discusión se centra en las razones y una pregunta clave: ¿Es buena o mala la economía sumergida para la sociedad?. La respuesta rápida sería que mala, pero en realidad existen numerosos y poderosos argumentos a favor de este tipo de actividad. Algunos comentarios del artículo pueden darnos pistas. El consultor Shanna Ratner comenta:

"I don't think it is in itself either a good thing or a bad thing," Ratner says. "It has to be viewed in context. When the informal sector results in activities that strengthen social capital, because they're relationship-based, one could argue that's a good thing. When the informal sector activities are illegal because they're harmful … then that's arguably a bad thing."

Enrique Ghersi, colaborador de Hernando de Soto, y por tanto defensor de la oficialización (proporcionando derechos de propiedad a los sectores más marginales) de la economía sumergida como vía de desarrollo:

"activities that do not intrinsically have a criminal content, but must be carried out illicitly, even though they are licit and desirable activities for the country … Thus, from an economic point of view, the most important characteristic of informal activities is that those directly involved in them as well as society in general benefit more if the law is violated than if it is followed."

Y por último, la consultora McKinsey:

n a 2004 paper, the McKinsey Global Institute found that countries with big informal economies suffer productivity losses. That's basically because the smaller firms that participate in the shadow world never gain the scale and complexity of their official competitors, whose own operations are hampered by the existence of their under-the-table rivals.

O sea, ni si ni no, depende del contexto (las casusas y razones de su existencia) y de sus consecuencias. Aunque parece existir un patrón general: cuando el estado ahoga la iniciativa de los ciudadanos, la economía paraoficial es la única vía de escape que puede permitir la supervivencia económica. Si las reglas de juego oficiales dan libertad a los ciudadanos, la economía paraoficial puede desincentivar la actividad económica al tiempo que reduce la recaudación por impuestos. Por tanto, deberíamos reformular la pregunta: ¿permiten las reglas del juego económico, diseñadas y controladas por el estado, desarrollar actividades económicas libres y de modo eficiente?. Seguro que no existen respuestas simples en casi ningún caso.

Y para acabar, un párrafo del artículo donde se analiza como funciona la economía sumergida en los países desarrollados. Los trabajos de Kim Bloomquist, senior economist del Internal Revenue Service, parecen ofrecer este paisaje:

The middle class – people with 9-to-5-sort-of jobs – is extraordinarily well-documented, with few easy opportunities to avoid paying taxes. By contrast, high-income households collect a larger percentage of their income in the form of "nonmatchable" income, which is money not subject to third-party information reporting and withholding (like typical wages, dividends and social security benefits). Taxpayers in the top 5 percent of the income distribution account for more than 77 percent of this nearly "invisible" income, Bloomquist says.

On the other end of the scale, the poorest Americans are more likely to deal in cash and thus less likely to be subject to third-party reporting.

These trends worry economists like Bloomquist, especially as income inequality widens in the United States. "Further polarization of the nation's income distribution could act to undermine current and future tax-enforcement efforts," he wrote in a 2003 paper.

En pocas palabras, la opción paraoficial es a veces una oportunidad y otras una necesidad.


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