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Las imágenes de las y los trabajadores bolivianos “esclavos” circularon por la TV hace apenas unos días. Las decodificaciones mediáticas fueron de escandalización moral: ¿cómo hay gente capaz de trabajar en esas condiciones?, repetían movileros, editorialistas y opinólogos. Como un mecanismo para nada novedoso, parece fácil encontrar en otros y otras, percibidos con distancia y ajenidad como radicalmente otros/as, unas condiciones de vida a primera vista intolerables. Aun cuando, más allá de su carácter extremo, no son tan incomprensibles a la luz de una lógica laboral más compleja y amplia: precaria, informal, flexible, con que la mayoría tenemos cierta intimidad. Las del llamado “trabajo esclavo” son condiciones que, más profundamente, se traman con una lógica de marcas e intermediarios que es sustancialmente parte de la economía “argentina” y no simples “usos y costumbres” de migrantes desesperados e irracionales como parece mostrar la pantalla.
No es casual que la socióloga holandesa Saskia Sassen, en la entrevista con Las12 por la aparición de su nuevo libro Territorio, autoridad y derechos (Katz) que vino a presentar a Buenos Aires, me pregunte con mucho interés por un mercado “latinoamericano” que funciona al lado del Riachuelo y que, sabe, es “gigante”. La Salada, a eso refiere su inquietud, no se entiende por fuera de un ensamblaje, para usar un término de la propia Sassen, que incluye talleres textiles clandestinos, economías familiares, grandes marcas que abaratan costos, y toda una red de pequeños comercios (de Argentina y algunos países limítrofes). Es difícil calificar todo lo que allí se mezcla simplemente como mercado informal. Se anudan economías mixtas, se vinculan espacios muy distantes y exige, como propone Sassen, desentrañar una diversidad de temporalidades que se ponen en juego.
El flamante libro de Sassen, actualmente docente en la Universidad Columbia, de Nueva York, presenta una perspectiva histórica (del medioevo a la globalización) para pensar realidades en las que las temporalidades no son lineales y los territorios no son superficies lisas, sino terrenos espesos. La experiencia de las mujeres –un hilo de análisis que Sassen no deja en ningún momento de lado en sus investigaciones– es una clave fundamental para analizar cómo se articulan esas otras temporalidades, pero también cómo se combinan la movilidad global con formas de fijación o inmovilidad.
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